jueves, 26 de septiembre de 2019

EN LA BIBLIOTECA NACIONAL

Qué pereza he venido sintiendo para retomar mi blog. Con los calores del verano se había evaporado toda mi inspiración. Bueno, pues ha sido retomar los hábitos interrumpidos y empezar a sentir las ganas lanzar al ciberespacio alguna ocurrencia. Como la que he tenido esta mañana en la Biblioteca Nacional, donde es preceptivo  depositar bolsos y carteras de mano en unas taquillas que se cierran con llave, echando una moneda de un euro. Cuántas veces he tenido que pedir cambio a otro lector, o me lo han pedido a mí. Siempre hay una persona amable que lo tiene, y nos saca del apuro. Un apuro que aceptamos como lo más natural, dando por sentado que es condición indispensable llevar una moneda de un euro para acceder a las salas de lectura de la Biblioteca Nacional. Nunca se me había ocurrido cuestionar dicha previsión. Tampoco hoy que, novedosamente,  me han preguntando:
-¿Lleva usted un euro?
-Sí, sí, no se me ha olvidado. ¿Por qué me lo pregunta?
-Es que mire,  ahora tenemos unas fichas que le prestamos y que le valen igual.
Qué sensación de gozo y alivio he sentido, y sobre todo de felicitación a la Biblioteca Nacional por saber y querer atender a sus lectores hasta en los pequeños apuros personales.



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