Jueves, 24-02-2000
José Luis Cano tiene cerca de ochenta años cuando está escribiendo su Diario de un poeta desmemoriado. En esas páginas se ve su preocupación por la pérdida de la memoria, dolencia propia de la senilidad, como les sucedió a su amigos Gabriel Celaya y Dámaso Alonso. Es un diario que sólo abarca el año 91, y es directo, sencillo y sincero; me está encantando. Me hace pensar que un buen diario es aquel que se ocupa de una peripecia, de una travesía concreta de su autor. En este caso, el período final de una vida que el interesado vislumbra y teme.
He
escuchado por la tarde en el Ateneo a Kalikatres. Hablaba sobre “Aventuras y
desventuras de esas en los años cincuenta”. Ha recordado la represión sexual de
la posguerra, en que la mujer estaba educada para ser heroicamente virtuosa. Ha
hablado de las casas de prostitución y de la persecución de toda manifestación
de contacto amoroso en público. Pero la mayor parte de su exposición ha versado
sobre los hábitos sexuales de distintos animales, de los que el hombre es uno
más. Kalikatres habla todavía por la herida de un joven de la posguerra que
sufrió las consecuencias de la moral de confesionario imperante. Luego me he
metido en el Salón de Actos, donde la gente preguntaba a Landero, Mateo Díez y
otros. Sólo he permanecido unos diez minutos. Díez dice que la novela se
escribe “desde la novela”; es decir desde ese ámbito imaginativo que forja el
autor. Desde allí la historia sale con una necesidad propia, convirtiéndose el
autor en una especie de intermediario. Yo lo digo de otra manera: la novela es
genuina cuando los personajes viven su vida, no la que puede imponer el autor.
Sábado,
26-02-2000
¿Puede
un discurso de cinco minutos ser una obra maestra de oratoria política? Yo
contesto afirmativamente cuando pienso en las palabras del Sr. Alcalde de
Villavieja esta mañana: “Quiero significar ante todo -porque estamos en período
de elecciones- que yo no pertenezco a ningún partido político y por lo tanto no
voy a pedirles el voto para nadie… El arreglo urbanístico que se les propone es
bueno para ustedes y para Villavieja… Les vamos a apoyar en todo porque a
ustedes los consideramos vecinos del pueblo, como los que vivimos en él…”
Estábamos
los vecinos de Las Chaparritas en un salón del Ayuntamiento. Después un
arquitecto nos ha expuesto con claras palabras que podemos tener agua,
alcantarillado, etc., si estamos dispuestos a ceder, a recortar de nuestras
parcelas donde haga falta, bien entendido que se nos recompensará por las
cesiones. La gente en general parece que ha salido satisfecha. Ahora se echa
encima un período de lenta gestión burocrática y de ir soltando dinero… Nos
hemos venido después de comer, dejando allá un día de calor primaveral. Bueno,
como aquí en Madrid.
-Hoy
mismo voy a ver al Rector y entonces sabré si irá al acto.
-Estupendo.
-Al
Sr. Rector le gusta acudir a estos acontecimientos.
-Estaría
muy bien que viniera.
-Acaba
de llegar del Ecuador, del Perú, de Colombia…
Por
la mañana en la Nacional he estado leyendo Los cuadernos de Adrián Dale
de José Luis Cano. Llega García Lorca a Málaga y Emilio Prados le presenta a un
grupo de poetas jóvenes. Cano tiene entonces 18 o 19 años. Hay fotos, y por
estas y la manera pazguata de comportarse no me merecen mucha consideración. Yo
creo que en aquel contexto los habría visto como unos “niños pijos”. Las
memorias de Adrián Dale (J.L. Cano) recogen la peripecia poética del autor
mayormente, con un lenguaje luminoso y de acentos líricos. No da pormenores de
su crianza, familia, etc. En ello difiere palpablemente de Moreno Villa .
Casi todas las personas a las que yo había llamado -profesores- han estado en la presentación de mi libro, Paseo del Príncipe. Profesores, con la excepción de Pepe Boñar. Había treinta y tantas personas y una multitud de asientos vacíos. Era en el Aula Magna, ¿por qué? En su despacho la Decana se quejaba de que no le han dado las cosas hechas. Oquendo me decía que estaba ocultando la verdad. Sostenía que ella les había arrebatado la organización del acto a los del “Foro Pablo Montesino”, afirmando que se encargaría de todo. Rencillas, rivalidades, disputas de poder… Al pedirle ella su asistencia al Rector ayer, este se habría negado alegando que no se le había proporcionado un ejemplar del libro. No se le habría ocurrido esto a Dª Carmen y, en vez de reconocerlo, habría descargado contra sus colaboradores. En fin, son conjeturas. Lo importante es que el acto salió adelante con dignidad.
Elvira
muy prolija, con una lente sociológica y comparando mucho “Almegía” con San
Sebastián, y Oquendo más suelto, más metido en el arte de la novela y en el
conocimiento de la literatura en general. Ana y Mª Vic han estado muy
pendientes de la exposición y venta de los libros, lo que ha dado resultados.
Jubilado y rozando ya los setenta he tenido esta mañana la misma sensación de lucha y urgencia que cuando me afanaba por sobrevivir por situarme en Madrid hace casi medio siglo. A las 9.30 de la mañana cogía un taxi para llegar al Colegio Mayor Cisneros y entregar la crónica de la presentación de mi libro a Jesús Almaraz, que está en la redacción de La Gaceta Complutense. Tenía que ser lo antes posible, para que no pierda actualidad.
Ya
en el Ateneo he rellenado mi ficha de libro y he preguntado a Peinado:
-¿Qué
fecha es hoy?
-¿Qué
más da? Todos los días son iguales.
Formidable
respuesta. Propia de un hombre feliz, supongo, aunque él sería el último en
reconocerlo.
Allí
he visto a Juan Calle, a Tony Elliot y a J.L. Suárez; tres que “viven” en el
Ateneo.
Y
ayer me encontré con Pepe Pau. Madre, qué estropeado y ajado está. Tiene
ochenta años, pero otros están bastante más enteros. Como siempre, se lamentó
de que ya no encuentra aquellos amigos que tenía en el Ateneo (hace cuarenta
años) y que ya no hay aquel grato ambiente. Y como siempre, me preguntó:
-Oye,
¿tú sabes algo de Mafiote?
Le
repetí que hace ocho, siete años -en este diario debe constar- lo visité en
Santa Cruz de Tenerife.
-Pero
¿tú sabes cómo está?
Le
animé a que tratara de hacer averiguaciones por algún amigo de allí, como
procedimiento más prudente. Pero me parece que no lo hará.
Ayer
estuve pensando en Julia María que el martes asistió a la presentación de mi
libro; siempre tan atenta y agradable. Ya me he acostumbrado a verla en esta
fase plácida de la vida, aunque me resulta difícil percatarme que tiene ochenta
años -eso me han dicho. En ella me inspiro para un personaje de la novela que
estoy escribiendo, Plan 67, pero es a aquella Julia María Díaz, la que
en la plenitud de su vida ejercía de directora de la Escuela Normal de
Guadalajara. No obstante, en algunos momentos, tenía la sensación de estar
viendo a mi personaje como escapado de la novela. Y siguiendo con mi brega, mi
tardía brega por meter cabeza en el cotarro literario, esta tarde, a golpe de
taxi y llegando con una hora de retraso, iré a la mesa redonda sobre las novelas
de Josefina Aldecoa; no quiero desperdiciar la ocasión de cambiar un saludo con
Pepe Esteban. Sigo pensando que estaría muy indicado para participar en la
próxima presentación de mi Paseo del Príncipe.
Viernes,
3-03-2000
Pinochet ya está en Chile. Por motivos de salud, alega el gobierno británico, no puede ser juzgado ni extraditado a España. La petición de extradición por parte del juez Garzón fue una patata caliente que no han querido coger ni Aznar ni Blair. Ambos se la han pasado al Gobierno de Chile, que tendrá que hacerse cuestión de los crímenes de este dictador. Hoy en la Tertulia de Escritores Antonio Rizo se exaltaba y condenaba al paredón a los falangistas. Lo que le pone fuera de sí es que siendo antidemócratas puedan formar partido político. La ira y la exaltación de Antonio me suenan como las que hicieron presa de ambos bandos en la Guerra Civil. La voy de Antonio me recuerda tiempos de odio violento. Quiero creer que pone algo de teatro en sus diatribas. En cualquier caso él ha pasado su infancia y su juventud fuera de España. No ha crecido bajo el yugo franquista y por tanto no tuvo que aguantar humillaciones y renuncias, aunque como exiliado lo haya pasado muy mal en otros aspectos. Morón ha presentado su Puerta Ojival en San Vicente de Alcántara, su pueblo, en olor de multitud. Dice que lleva vendidos unos cuatrocientos cincuenta ejemplares. Yo me inclino a dividir esta cifra por dos quizá no sería muy desacertado dividirla por tres .
Estuve
repasando las cartas enviadas a editores y agencias literarias, acompañando a
mi Historia de Guerra y Posguerra. Unos la han rechazado, otros no han
contestado ni ya es probable que contesten, y tres dicen que la van a leer… No
estoy nada optimista; empiezo a ver delante de mí un panorama desolador. No soy
comercial; mi literatura no debe ajustarse a la demanda del público. No soy una
buena inversión. Me asalta la sospecha y el temor de que ya no voy a poder
romper el hielo del anonimato.
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